Tras un largo verano, donde las actividades principales han sido el buceo y la apnea, poco tiempo ha quedado para recorrer las carreteras en patines. Y es que en Mallorca no suele ser muy recomendable hacer estas rutas a unos 37 grados durante el día, en cambio, el paseo de Palma a Can Pastilla, se presta a esos entrenamientos nocturnos diarios. En definitiva, a eso me he dedicado estas últimas semanas, todo encaminado a poder volver a las rutas de larga distancia por Mallorca, recorrer sus pueblos y probar su deliciosa gastronomía.
El día ha llegado, me levanto temprano, sin mucha seguridad de poder superar los 76 kilómetros de carretera y duras cuestas que me quedan por delante. Al fin y al cabo han sido varias semanas de 20 kilómetros de entreno diario, después de unos meses sin a penas tocar los patines. Aún así decido salir e intentar completar este impresionante y precioso recorrido poco a poco, y para mi sorpresa acaba siendo más fácil de lo que pensaba.
Salgo, como siempre, de la puerta de casa, todavía está oscuro y comienza a amanecer mientras recorro los paseos y el carril bici que me llevan desde Palma a Can Pastilla. Había olvidado casi por completo esa inigualable sensación de amanecer en ruta, mientras patinas y el frescor de la mañana te corta la cara. Una vez en Can Pastilla admiro la impresionante estampa que dibuja el amanecer en su playa y continúo hacia El Arenal, donde un poco antes de llegar a éste, tomaré los caminos que me desvían hacia S'Aranjassa, Sant Jordi y Sa Casa Blanca. Por estos caminos el paisaje ya es muy diferente, todo son casas, extensos campos de verde vegetación, algunas granjas, y los inconfundibles y preciosos molinos de esta tierra.
He llegado a Sa Casa Blanca y ahora me queda continuar por la vía de servicio de Manacor, en dirección a éste, poco a poco veo como me acerco a las cuestas de Xorrigó, es la parte más dura de la ruta, que comienza con una ligera pendiente al salir de Sa Casa Blanca, hasta convertirse en una verdadera odisea a la altura de Xorrigó y llegar a Son Gual. Éste es el tramo que más he temido no poder superar desde que salí de casa, con tan poco entreno, aún así consigo llegar a Son Gual, donde siempre me espera, a modo de trofeo, ese imponente depósito de aguas conocido como "el chupa chups". Llegar hasta aquí siempre es un gran logro, "el chupa chups" lo sabe bien, pues no soy la única en llegar hasta aquí jadeando sino que grandes grupos de ciclistas, durante todo el año, también emprenden la gran gesta. Y mientras estoy observándolo con una satisfacción y alegría inmensas, comienzan a llegar, esos grupos de ciclistas, que entre saludos y voces de ánimo, le confieren una vida y simpatía únicas a nuestras carreteras.
Continúo en dirección a Algaida pero en lugar de hacerlo por la vía de servicio, sigo recto por un camino asfaltado interior hasta llegar a Camí de Muntanya, donde tuerzo a mano derecha, en dirección a Llucmajor. Llego a un tramo del camino donde el paisaje cambia radicalmente, de extensiones de verdes campos a una arboleda que cubre el camino por completo, a modo de túnel de espesa vegetación, hasta salir de nuevo a campo abierto. Voy dejando a la izquierda, tras de mí, las espectaculares vistas de Randa mientras comienzan las "infinitas" bajadas de Camí de Son Mendívil, que desembocan en el mismísimo Llucmajor, a la altura de Ronda de Ponent, Tuerzo por Carrer de Ciutat y Carrer Constitució hasta llegar a la Plaça de Espanya de Llucmajor. La preciosa y amplia plaza donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento de Llucmajor, en cuyo centro siempre me espera esa preciosa y solitaria farola, protagonista indiscutible de esta amplia esplanada. Desde aquí puedo observar como se alza imponente la Iglesia de San Miguel y los numerosos edificios modernistas que rodean la plaza, con sus terrazas bañadas por el sol, donde tomarse una buena cerveza y un estupendo aperitivo, para coger fuerzas para la vuelta.
Llevaba mucho sin realizar esta ruta y en el último tramo, y durante casi todo el recorrido, podría decirse, tenía una única idea en mente, llegar a esta plaza y visitar a mis amigos del local Bistro Mercat. Iba soñando en patines con su crep de sobrasada con queso, su Paulaner bien fría y el postre de crep de nutella, cuando, para mi sorpresa, al llegar al lugar donde se desplegaban sus coloridas mesas y sillas, me encuentro el local cerrado por vacaciones. Uno de los alicientes más grandes que tiene, para mí, llegar hasta aquí tras 45 kilómetros es la cerveza, y la estupenda y generosa merienda en la terraza. Con la decepción y las ganas de volver a saludarlos a cuestas, decido escoger otra terraza soleada donde, como no, dar buena cuenta de una Paulaner y un merecido aperitivo. Son casi las 12 y me doy cuenta de que llevo aquí prácticamente una hora recreándome con las vistas y empapándome en este radiante sol que tanto se agradece, pero he de continuar mi viaje de regreso a Palma.
Salgo sin muchas ganas, de ese oasis soleado en Llucmajor, para tomar la Ma-19A, una de esas carreteras secundarias con algo de tráfico que siempre intento evitar, o como ocurre en esta ocasión, realizar el recorrido por la misma lo más breve posible hasta mi desvío en Camí de Son Rubí o Son Perdiuet, donde nos encontraremos las últimas pendientes hacia arriba de esta ruta, y que desemboca en Camí de sa Talaia Romanina, otro de esos espectaculares caminos donde la arboleda crea un túnel de vegetación infranqueable, con algún claro que otro a medida que voy recorriéndolo. Esta carretera es una incesante pero cómoda, y ligera, cuesta abajo que desemboca directamente en la vía de servicio de la Ma-19.
Avanzo por la carretera que bordea esta Ma-19 en su lado derecho y al llegar a la primera rotonda que veo cruzo al otro lado, desde aquí, comienza un descenso alucinante, desde lo más alto y casi durante toda la bajada podemos observar al fondo Palma, su bahía y el mar a lo lejos, son unas vistas tan sobrecogedoras como la bajada, que comienza suave y a medida que llega su fin va incrementando la pendiente y por consiguiente la velocidad. En esta ocasión el viento en contra durante el descenso frena la caída, que en otras ocasiones llega a ser emocionante y muy veloz.
Al fin de la vía de servicio enlazo con el carril bici que lleva al Aqualand de El Arenal, también con unas cuestas trepidantes, que hacen que este último tramo de la ruta sea uno de los más emocionantes de todo el recorrido. Una vez en el Arenal callejeo por sus carreteras hasta llegar a Can Pastilla, soleada y abarrotada de toda esa gente que ha salido el sábado a dar buena cuenta de sus terrazas, sus carriles, realizando deportes al aire libre, o sus playas. Multitud de velas de colores se ven al fondo, en el mar, bajo el radiante sol de la 1 de la tarde, y todo ello conforma un paisaje único de intensa luz y color.
Tras esta parada en Can Pastilla cojo fuerzas y me decido a realizar el que para mí suele ser el tramo más pesado de la ruta, pues llegado el fin de semana este paseo de Can Pastilla a Palma se inunda de ciclistas, patinadores y gente de paseo que aprovechan el buen tiempo para disfrutar de su recorrido, con la escasa fuerza y reflejos que me quedan, con 60 kilómetros a mis espaldas, suele ser algo caótico esquivar a aquellos que van mirando el espectáculo a su alrededor en lugar de al frente, pero entre las risas del cansancio y las anécdotas de algún encontronazo divertido llego por fin a casa.
Han sido 76 kilómetros de duras cuestas, trepidantes bajadas y paisajes increíbles que no dudaré en repetir, pues queda pendiente esa visita a Bistro Mercat para saborear su crep de sobrasada con queso y la fresca Paulaner mientras disfruto de un estupendo baño de sol en su preciosa terraza de la plaza de España de Llucmajor.
